Bonaparte Gautreaux P., el Autor |
Escrito por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
Mi prima Alba Gautreaux era una buena
gallina. Las facciones de su rostro no tenían la armonía y el brillo de lo que
se llama una mujer bonita. Alba era una militante y fiel cumplidora de sus
obligaciones en la congregación femenina de las Hijas de María.
Aquella tarde llegó corriendo acezante,
con el rostro cubierto por el arrebol de la vergüenza. Era un mar de lágrimas.
Se arrojó en los brazos de mi madre y dijo quejumbrosa: Nievecita, el padre
Mejía se me acercó en el claroscuro de la hora de las dos luces y me dijo,
“Albita, me gustas de los hombros para abajo”. Yo tenía ocho o nueve años de
edad.
Años después trabajé como Maestro de la
cárcel pública de Barahona. El sargento del ejército, a cargo del recinto, era
uno de los hijos de ese padre Mejía que ejercía en El Seibo y ofendió a mi
prima Alba con su comentario destemplado. Nunca le conté el incidente a Mejía.
Con los años me enteré de que muchos
sacerdotes dominicanos no tenían hijos, tenían “sobrinos” cuyo ADN habían
contribuido a conformar.
De uno que otro cura y obispo se dice que
tiene mujeres, que tiene hijos, pero como dijo el indio Duarte en su poema, su
hija resultó preñada en el tiempo que el toro saltó la cerca en busca de la
vaca. La naturaleza animal tiene más fuerza que la educación, la mesura y el
respeto a las convicciones.
La iglesia Católica es una institución
que durante siglos, acostumbrada a los amplios y profundos vericuetos del
poder, decidió lavar la ropa sucia en casa, por ello ha maniobrado trasladando
obispos y curas para sustraerlos de la justicia civil y procesarlos bajo las
leyes del Vaticano.
En el siglo pasado la iglesia
católica de Estados Unidos pagó cientos de millones de dólares para evitar la
justicia ordinaria y en otros casos por condenas de los tribunales
civiles
El padre Ratzinger, Benedicto XVI y Juan
Pablo II, en su momento protegieron a curas y obispos que cometieron delitos sexuales.
Hay que felicitar a Nicolás de Jesús
Cardenal López Rodríguez por su responsabilidad ante los casos actuales de
pederastia y violaciones de niñas y niñas.
La justicia nacional, al juzgar al ex
nuncio y a los sacerdotes acusados, debe tomar en cuenta que “Un niño es
abusado haya o no haya habido actividad que involucre fuerza explícita,
haya o no haya habido contacto genital o físico, haya o no haya sido iniciado
por el niño y exista o no exista un resultado dañino discernible. (Conferencia
Episcopal de Canadá. From pain to hope, 1992 p.20” Tomado de la obra
“Pederastia en la Iglesia Católica”, de Pepe Rodríguez.
Bonaparte Gautreaux P.
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