La historia debe enseñar más de lo que
muchos somos capaces de ver.
Escrito por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
El modelo de Trujillo ha gobernado el
país, con escasas excepciones, desde 1930. Las arbitrariedades de las
autoridades y sus familiares, el manejo complaciente de la ley para perjudicar
a quienes acuden a los tribunales en busca de justicia, la corrupción solapada
y la descubierta, la triquiñuela para engañar al pueblo, forman el pan nuestro
de cada día en la política nacional.
Para fines de resultado, da lo mismo que
un grupo de rufianes cobijados bajo la bandera de un partido político se alce
con el santo y la limosna, a que los tacones hoy en el suelo y el choque de las
espadas produzca el tétrico ruido del absolutismo militar, a que algunos
sabiondos logren crear una dictadura constitucional. Da lo mismo y aunque se
vistan de seda, las monas monas se quedan.
La historia debe enseñar más de lo que
muchos somos capaces de ver, de aprender. La historia enseña que, como dijo el
Presidente Salvador Allende, mejor temprano que tarde la libertad y la
democracia abren destellos de luz que obligan a los enemigos de los pueblos a
huir, a cobijarse bajo el manto del olvido.
Pero los pueblos, de más en más, parece
que despiertan, como si fuera una sorpresa y reclaman el derecho a la vida aún
por encima de las bayonetas, de los códigos envenenados y de las constituciones
acomodaticias a un grupo dentro de la sociedad.
Trujillo tuvo el control absoluto del
país. En el Congreso Nacional, quitó y puso Diputados y Senadores cuya acción
legislativa dependía de los caprichos y necesidades del tirano, designó jueces
que lo complacieron en la legalización y bendición de sus muchas tropelías,
heredó la organización policial que convirtió en una guardia cuyo principal
ejercicio era husmear aquí y allá en una cadena interminable de chismes y
acusaciones mendaces, el tirano logró convertir esas tropas en un ejército de
ocupación.
Cada día entiendo mejor las razones por
las cuales los gobiernos que sucedieron a Trujillo no pusieron hincapié en
difundir las diabluras del trujillaje, era que querían repetir la historia
ahora como comedia, pero no tuvieron el talento de hacerlo y ahora vivimos la
tragedia de sobrevivir bajo la dictablanda de Leonel Fernández y sus
compinches, usufructuario de la dictadura constitucional que vivimos.
Lo peor es que actuamos como si
estuviéramos conformes con la situación nacional donde crecen la desempleo, se
multiplica la miseria, los profesionales recién graduados carecen de
oportunidades de trabajo, decenas de miles de niños no pueden asistir a las
escuelas por falta de aulas, reaparecen viejas enfermedades y otras se abren
paso contra la salud popular.
Uno se pregunta ¿hacia dónde llevan la
nación?
En nuestro país cualquier bejuquito
amarra y cuando suene la galleta ¡que Dios los coja confesados!
Bonaparte
Gautreaux P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario