Por Bonaparte
Gautreaux Piñeyro
El nacimiento del grupo Convergencia es
un buen augurio dada la oscuridad en que se desenvuelve el quehacer político,
donde el grupo económico político conocido como Corporación PL D quiere alzarse
con el santo y la limosna.
Toda compactación de fuerzas implica la
renuncia a una parte de la libertad de acción en pro de lograr un objetivo
común que beneficie a todos.
Cualquier acción que se inicia desde 0
requiere de mayores esfuerzos que cualquier otra actividad, dado que se trata
de un trabajo de orfebre donde las voluntades deben estar al hilo para que los
planes y programas se cumplan como fueron acordados.
Esa reunión del pasado domingo 25
refuerza la convicción de que cuando parece que todo está perdido suena la
clarinada de aquellos que entienden que la vida es lucha, sacrificio, esfuerzo,
satisfacción del deber cumplido y la búsqueda incansable por lograr los
objetivos por encima de cualquier otra consideración.
Una compactación de esfuerzos como
Convergencia tiene ante sí, como primera tarea continuar sumando, trabajando,
estudiando, planeando y una ejecución tan limpia como la buena interpretación y
lectura de una partitura musical.
Cualquier esfuerzo entre iguales demanda
respeto por la voluntad de todos los miembros, en beneficio de la mejor armonía
y mucha paciencia y sabiduría para analizar, ponderar y decidir lo que sea
mejor para el grupo.
La creación del grupo Convergencia es un
importante paso de madurez política que demuestra la vocación de búsqueda de un
camino que conduzca la nación por mejores derroteros.
Demuestra una voluntad de lucha que
aparentemente se había perdido, demuestra que debemos juntarnos porque juntos
siempre podemos lograr resultados óptimos.
El hecho de que se hayan unido fuerzas
que han trabajado de manera unilateral en pro de una mejor República Dominicana
es un hecho que debe ser saludado con alborozo y respeto.
Alborozo porque cada vez que los
dominicanos nos hemos propuesto lograr un objetivo fundamental para la buena
salud de la nación, lo hemos logrado.
Respeto porque cuando los objetivos que
se persiguen desembocan en el bien común, cuando las ambiciones desaparecen y
sólo impera la lucha por la libertad, la democracia, la felicidad y vivir sin
temor, la nación renueva las buenas esperanzas.
Esas esperanzas, sin embargo, deben
convertirse en realidades para lo cual hay que trabajar sin descanso, con un
programa de acción claro y factible y trazar un plan que se cumpla con
precisión.
Los dominicanos sabemos, los dominicanos
podemos, tanto sabemos y podemos que lo hemos hecho cuando nos proponemos
luchar por la libertad y la democracia.
Ahora que se presenta una claridad al
final del túnel se me ocurre recordar que “Nunca es más negra la noche, que
cuando va amanecer”,
Bonaparte Gautreaux P.
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