¿Qué se puede decir de
un país donde ninguna de las instituciones del Estado funciona como ordena la
Constitución y las Leyes? Nada, que esto se jodió.
Una encuesta reciente
revela que la ciudadanía no tiene confianza en la Policía Nacional, en el
sistema de Justicia, en la Junta Central Electoral, en el Tribunal Superior
Electoral, en la Cámara de Cuentas, en el Congreso, en Educación, ni en Salud.
En pocas palabras, la
gente, con razón, no cree en nadie, ni en nada; porque nada sirve, porque
nadie, después de llegar al poder, cumple sus promesas. (Si quieres conocer a
Mundito, dale un carguito)
El Estado colapsó hace
mucho tiempo. Sólo funciona para cobrar impuestos que luego una buena parte de
los funcionarios, en complicidad con una buena parte del empresariado, se los
roba descaradamente y luego se lo enrostre a la gente en aviones, helicópteros, haciendas,
residencias suntuarias, vehículos de lujo,
amantes bien instaladas, viajes de placer por el mundo, cuentas millonarias
en pesos, dólares y euros, sin que nadie
los toque ni con el pétalo de una rosa porque “no se puede mirar hacia atrás”,
ni “lanzarle ladrillos al pasado”. ¡Qué cojones!
El Estado es bueno para
la corrupción y para la impunidad de los corruptos. Luego no sirve para nada
más. No tenemos un Estado laico, tenemos un Estado corrupto y abusador.
Si un ciudadano quiere
agua potable tiene que tener su propio acueducto comprando un tinaco de cinco o diez mil
galones. Si quiere energía eléctrica debe comprar una planta o un inversor; si
requiere de seguridad personal y familiar en la casa o apartamento, tendrá que
pagar un policía privado; si quiere educar bien a los hijos tiene que inscribirlos en un
colegio privado y luego en una universidad privada aunque tenga que empeñar las
nalgas. Si por mano al diablo se enferma, tiene que ir a una clínica donde le
cobraran una fortuna que tendrá que buscar aunque se muera (la operación fue un
éxito, pero el paciente murió), porque
los hospitales públicos se convirtieron en centros de muerte. Si requiere de un
transporte más o menos seguro, tiene que comprar un vehículo para usted, otro
para la esposa y más de uno para los hijos mayores de edad. Si no puede comprar
un carrito utilitario, que el señor se apiade de usted porque su vida estará en
las manos de los asesinos del volante de guaguas voladoras y chatarras del
concho.
Lo que me jode, lo que
me encojona de verdad, es que esos
servicios el gobierno se los cobra a la población como si los ofreciera
gratuita y eficientemente. Y yo pregunto, ¿coño que Estado es éste?
Los impuestos que
religiosamente pagamos los pobres y la clase media se gastan en clientelismo
político, tráfico de influencias,
funcionarios con salarios de lujo y grandes privilegios, en abultadas nóminas y
nominillas para compañeritos de las bases, entre otras pendejadas.
Si todos esos elementos
no son propios de un Estado fallido y fuñido, qué alguien me lo explique. Qué me lo explique el gobernador del Banco
Central a quién le fascina hablar del crecimiento de la economía; Si no quiere,
que lo haga el viejo y querido Temo, que no sé dónde aprendió economía, planificación y
desarrollo.
No se lo pido a Danilo
porque está muy ocupado tratando de evitar que todos lleguemos a la conclusión
de que, ¡”esta vaina se jodió”! Porque cuándo el pueblo haga conciencia de que
esto se jodió, entonces todo se joderá de una vez y por todas. En ese momento
las cosas comenzaran a cambiar para bien del propio pueblo. No antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario