Presidente Hipólito Mejía, el autor |
Escrito por: Hipólito Mejía
La delincuencia ha creado un temor
generalizado en la sociedad dominicana: las drogas, la corrupción, el
desempleo, la carestía de los alimentos son problemas que contribuyen al
aumento de la desesperanza, el sentimiento de derrota y el abandono de la mayoría
de la población, que busca desesperadamente opciones para sobrevivir.
El presidente Danilo Medina ha dado
algunas demostraciones de que tiene interés en hacer las cosas de modo
diferente a como se hicieron en los dos gobiernos anteriores del Partido de la
Liberación Dominicana, pero el terrible déficit fiscal, las ataduras políticas
y el temor a un desajuste en el partido oficial lo mantienen amagando, sin dar
pasos concretos para producir el cambio que prometió o hacer lo que nunca se
había hecho.
Los grupos empresariales han dado cuenta
de la terrible precariedad en que se encuentra la nación, hablando de aumento
de los costos y de reducción de las actividades económicas. Los grupos
empobrecidos no tienen opciones productivas, dependen de las dádivas oficiales,
con subsidios que consumen una gran parte del presupuesto nacional. Las clases
medias se ven cada vez más acorraladas, empequeñeciendo sus presupuestos y
teniendo que pagar más impuestos al gobierno. La informalidad absorbe el mayor
porcentaje de las actividades económicas, con la quiebra de miles de micro,
medianas y pequeñas empresas.
La impunidad ha quedado establecida para
los defraudadores de las finanzas nacionales, los que firmaron contratos
onerosos para el país, sin dejar oportunidad para que el gobierno que les
sucediera pudiera alcanzar fondos mínimos de los acuerdos para la explotación
del oro de Pueblo Viejo.
Los organismos de justicia del país
siguen demostrando ser inservibles para una administración pulcra y justa del
entorno económico, político y social. Es ostensible la falta de seguridad
jurídica y el manejo irresponsable de las nuevas cortes, que se han colocado
abiertamente al servicio de quienes las designaron, sin atender el mandato de
justicia ciega que se corresponde con el ánimo del ordenamiento jurídico y
democrático de la República Dominicana desde que salimos de la dictadura de
Trujillo en 1961.
El país sigue en el descrédito
internacional, en especial frente a organismos como la Comisión y la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos, el Fondo Monetario Internacional. Los
estudios y parámetros que resultan de las mediciones en salud, educación,
trabajo, derechos humanos, corrupción, impunidad, nos dejan mal parados. Hemos
incumplido nuestro compromiso con Naciones Unidas, y en especial con la
sociedad dominicana, de reducir los indicadores de pobreza a la mitad, con
miras al 2015, como parte de los Objetivos del Milenio.
La democracia se sostiene, como sistema
político, cuando existe la diferencia y se respetan los derechos de los demás.
El gobierno del Partido de la Liberación Dominicana, desde el 2004, ha irrespetado a los
demás partidos, ha contribuido con la destrucción del sistema político, y lo
sigue haciendo en forma directa, utilizando los órganos oficiales para incentivar
las diferencias y sacar ventajas a través del engaño y la proyección de una
imagen corroída de los adversarios.
El caso que nos toca directamente es una
clara demostración de que el PLD ha realizado esfuerzos permanentes para
destruir al Partido Revolucionario Dominicano, utilizando instancias públicas,
que debían tener respeto por la ley y su rol de independencia y justicia. Dado
que los designados en las nuevas cortes son militantes políticos y serviles –en
muchos casos incondicionales- del pasado presidente de la República, se
comportan como si todo fuera válido: aumentar el poder sobre el conjunto de la
sociedad, aumentar la riqueza de unos pocos y destruir las esperanzas de una
democracia fortalecida y un país con prosperidad.
Hemos realizado todos los esfuerzos
legales para conservar la unidad del PRD, hemos acudido a todas las instancias
para hacer valer el derecho de la mayoría del PRD a ser dirigida con dignidad y
con independencia de las fuerzas que le adversan. Hemos hecho todos los sacrificios
posibles para que los perredeístas volvamos a ser dignos de la aprobación
mayoritaria de la sociedad, pero la traición y la maledicencia han primado,
como cáncer que corroe desde un pequeño órgano al cuerpo mayoritario de un
partido que ha sido y debe seguir siendo la Esperanza Nacional.
Nunca, en ningún país del mundo, se ha
visto que un partido democrático pueda ser secuestrado y colocado al servicio
de la causa de sus enemigos, sin que ello tenga consecuencias irreversibles
para los responsables de tal desatino. El PRD debe dirimir su destino tomando
decisiones sobre la base de la contienda abierta, mayoritaria, de sus
militantes y dolientes.
El PRD es una fuerza viva, una llama
inextinguible, que se encuentra con un presidente postizo, quien no tiene
conexión con sus bases, cuya base de sustentación es el apoyo del partido de
gobierno. Eso tiene que terminar, por más intervención que tengan los
organismos legales al servicio del PLD y del ex presidente Leonel Fernández.
Hemos recorrido el país de palmo a palmo
y lo que hemos recibido de las bases en todos los barrios, municipios,
provincias y regiones es un reclamo abrumador de unidad. Los perredeístas
desean dejar de pasar vergüenza con la diatriba y la cháchara a la que nos
tienen sometidos los organismos del Estado a los que corresponde dictar
justicia en un caso que ha puesto de manifiesto el cansancio de la sociedad.
No cejaremos hasta conquistar la libertad
de los perredeístas para decidir lo que desean y escoger los candidatos que han
ganado el respeto y el cariño de cada lugar donde hacen su trabajo. Es nuestro
compromiso y así lo haremos, sin cerrar las puertas a la unidad que siempre han
estado y estarán abiertas de nuestra parte, para los que deseen hacer propósito
común de derrotar a los representantes de los gobiernos más inhumanos y
corruptos que ha tenido la República Dominicana en su etapa democrática.
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