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Tiempo de la reforma _ Yvelisse Prats Ramírez De Pérez _ Reforma educativa _ Trnasformación curricular

EN PLURAL
Tiempo de la reforma

Yvelisse Prats Ramírez De Pérez, la autora
“Yo solo sé que no sé nada”, lo aprendí del filósofo. Pero los que sí saben, Álvaro Marchesi, Tedesco, la Gajardo, Reymers, advierten que una reforma educativa, actualmente, debe impulsarse en una dinámica distinta totalmente a las del pasado.
Esa visión de cambio radical nos compromete a todos los llamados a concertar el Pacto que procura el Decreto 228-13 y a los otros que deberán convocarse para la participación, en la hazaña que se nos encomienda.

Heroico será en verdad remontar este caudal de errores e injusticias pasadas, carencias y perplejidades presentes y retos de un futuro que debe definirse en lo educativo y en su dimensión social totalizante. Si queremos hacerlo como debemos, presentaremos soluciones con un nuevo sentido de la educación desde la premisa que a veces se oculta, su inextricable relación con los condicionamientos impuestos por el entorno social, el nuestro, tan injusto.
Hablar de reforma educativa a contrapelo de los que desde sus despachos declamaban que las cosas iban bien en el sistema, es reconocer que hace tiempo pendulamos entre la improvisación y la rutina, vicios que atentan contra la eficaz direccionalidad hacia las metas, anulando planes o coagulándolos.
Las evaluaciones internacionales y nacionales demuestran que estamos mal. Por tanto, el Pacto crea el momento propicio de una reforma, que luego se hará vieja y habrá que cambiarla. Es ley de vida, mandato doctrinario y científico, esto del cambio.
Por ejemplo, no podemos seguir mencionando como sagradas escrituras dadas para siempre la llamada “TRASFORMACIÓN CURRICULAR”. Tiene más de un cuarto de siglo, suficiente para ser revisada y superada en esta época trepidante en que la verdad de hoy es falsedad mañana.
Esa transformación propone un  currículo apelmazado, contenidos excesivos, recomendaciones  didácticas complicadas que no se traducen al espacio concreto del aula.  La dialéctica manda: la “trasformación” tiene que transformarse. 
De mano del currículo, obviamente, debe cambiar la situación de los maestros, que operativizan el currículo en el aula. Hablemos  para ello de desarrollo profesional docente,  como llamamos ahora al consolidado de la suma integradora de formación permanente de los/as maestros/as, salarios justos y el reconocimiento social a su misión, otro cambio: la gestión, incluyendo la descentralización en su versión democrática, la supervisión entendida como acompañamiento, no fiscalización policiaca, y por supuesto, la participación activa de la comunidad en los asuntos escolares contemplado en la Ley 66-97, pero que hay que soplarla, como hacía Jesús para insuflar Espíritu, sacarla de las páginas dormidas y hacerla realidad.
Eso, lo demás, sustantivo o adjetivo, requiere tiempos. El primero, de motivación, ir ampliando el círculo virtuoso, de confianza, y de esperanza.
Después, un levantamiento de datos, sin llegar a la magnitud de diagnósticos, muchos se han hecho en el país. Se actualizarán las malas notas de las evaluaciones y las comprobaciones empíricas que hacemos diariamente.
Luego, en un ambiente fresco de socialización y buenas expectativas, el paquete de informaciones al día, empezaremos a armar  la propuesta, válida porque representará un denominador común entre sectores, un zumo concentrado de experiencias, y lo mejor, en un país enfurruñado  de divisiones, una sonrisa de acuerdos. Los desafíos son de tal magnitud que deberán definirse PRIORIDADES, acordes con  las Metas del Milenio, con nuestra Estrategia Nacional de Desarrollo y sobre todo, con el conocimiento de nuestras realidades feas con la decisión de superarlas.
¡OJO! Se necesita tiempo para reformar un sistema educativo que no da para más, acompasarlo con las indispensables transformaciones del modelo socioeconómico en su conjunto.
No se puede, hay que decirlo desde el principio, que lo mucho y difícil que hay que hacer se haga a breve plazo.
Se aprecia la voluntad del ciudadano Presidente de la República en cuanto a ocuparse de la educación. Pero los que tenemos experiencias de aulas y de estado sobre el tema estamos obligados a advertir que la educación es siembra de ciclo largo, no puede usarse como recurso publicitario de gobiernos ni partidos.
Desde la ética de Sarmiento, Martí,  Hostos, Freire, Salomé Ureña: la educación es una misión que humaniza a los que se educan, y a los que facilitan, sin esperar gratitudes, que los pueblos puedan educarse. Como derecho, nunca como dádiva.
¿REFORMA EDUCATIVA? Podemos intentarlo. Pero eso sí: con humildad y paciencia, escuchando a Marchesi, uno de los que saben: “En educación hay que hacer muchas cosas, y hacerlas bien”.

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