Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
Cuando se precisa de la fuerza como
argumento para demostrar que se tiene razón, obviamente que se muestra un grave
punto de debilidad ante el interlocutor.
Cuando se precisa de la fuerza para exhibir
el poder de opresión de un grupo, se muestra hasta dónde ha llegado la
desvergüenza.
Cuando se precisa de la fuerza ajena como
modo de expresión en favor de una causa, evidentemente hay una debilidad
intrínseca que muestra y demuestra cuánto se aleja un grupo de principios,
historias, decencia, apego a la ley.
Cuando en política se precisa de la fuera
ajena, se demuestra que se carece de la aprobación de las mayorías que deben
ser las que creen los liderazgos y promuevan sus dirigentes en un ejercicio decente,
libre y democrático.
Cuando el gobierno se quita la careta y
tiene que emplear el poder coercitivo del Estado en favor de un grupo político
se está ante el inicio de un ejercicio antidemocrático y negador de la libertad
individual y colectiva.
Cuando un partido se suma al gobierno
para realizar una jugada política contra la manifiesta voluntad mayoritaria de
los miembros del propio partido, se cruzó la raya de la gobernabilidad
democrática en favor de un peligroso ejercicio de autocracia.
Cuando se usa el poder para enviar centenares de efectivos armados
para “proteger” el miedo de
un grupo de mercaderes políticos temerosos de su sombra como un reconocimiento
de su traición, el gobierno se convierte en el titiritero que maneja el poder
político y militar con fines inconstitucionales y se coloca fuera de la ley.
El bochornoso espectáculo ofrecido por
Miguel Vargas Maldonado y su minúsculo grupo de seguidores fue una demostración
de uso abusivo del poder en favor de un propósito político que habrá que ver si
la sociedad dominicana está dispuesta a soportar.
Ese uso abusivo e ilegal de efectivos
armados fue la más palpable demostración de que el gobierno está colocando los
huevos en una canasta equivocada.
El usurpador y traidor Vargas Maldonado
necesitó un abusivo despliegue de fuerzas para “sesionar”, menos de una hora,
con improvisados miembros de un supuesto Comité Ejecutivo Nacional del Partido
Revolucionario Dominicano y ofreció una demostración de que tiene tan pocos
seguidores que no pueden actuar
sin la muleta del Partido de la Liberación Dominicana.
Luego de tanta alharaca, de tanto ocultar
su pírrica militancia, las expectativas fueron tan fallidas como cuando los
montes parieron un insignificante ratón.
El jueves se demostró que la militancia
del PRD está del lado de la democracia y dispuesta a defender su disposición a
vivir en libertad y ejercer sus derechos políticos por encima de quienes se
opongan a que los dominicanos busquemos un lugar digno bajo el sol.
Ahora, esperemos el próximo paso.
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