Bonaparte Gautreaux Piñeyro, el autor
Los
problemas se resuelven cuando hay la voluntad de hacerlo y se emprenden las
acciones adecuadas.
Mucha
gente no entiende que los conductores somos humanos y que de noche hay un punto
ciego cuando dos vehículos se encuentran de frente, en una carretera. En ese
preciso instante los conductores, cegados por las luces del que viene, tienen
como recurso mantener el guía en la posición adecuada para no chocar.
Me
preocupa el hecho de que no hemos sido capaces de controlar el tráfico y
tránsito de vehículos para que los conductores actúen dentro del marco de la
ley y las ordenanzas y reglamentos que disponen orden para la conducción.
Si
vemos el semáforo en amarillo aceleramos, de manera irresponsable, para cruzar
la esquina antes de que la señal cambie a rojo. Lo hacemos de la manera más
natural, como si estuviésemos actuando correctamente.
Quienes
trabajamos fuera de la ciudad sabemos lo “interesante y agradable” que resulta
encontrar tres camiones paralelos en la autopista o dos camiones y una guagua
de las grandes, que, muy organizadamente, llevan el tráfico a velocidad de
tortuga sin que a nadie le importe el alto consumo de combustibles de los que
forman la cola, la pérdida de tiempo de todos. No. El que viene atrás que
arree.
Realmente,
vivimos en una selva donde se impone la ley del más fuerte, del más audaz, del
más irresponsable y así no debemos seguir.
Mucha
gente no se da cuenta de que el panorama del país es tan difícil que los
edificios multipisos colocan rejas en los balcones y en los sitios de lavar de
los apartamentos, para alejar la posibilidad de que un ladrón también sea
escalador.
A
muchos no les preocupa lo que le pueda ocurrir a los demás, porque olvidamos
que somos “los demás de los demás”
Además,
durante muchos años confiamos en que los atracos, los asaltos y otras violaciones
a las leyes eran cosas que sólo ocurrían en los barrios alejados del centro de
las ciudades. Ahora
asaltos, atracos y toda suerte de delitos ocurren en todo el país, pero no
despertamos.
Hay
sucesos de los cuales todos somos culpables, como en la obra de Lope de Vega,
con la diferencia de que aquella culpa colectiva era beneficiosa para el grupo
y ahora somos culpables de inacción, de desidia.
El
sargento José Ramón del Orbe González murió arrollado en el túnel de la 27 de
febrero, cuando transitaba en una motocicleta. Hay expresa prohibición para el
paso de camiones y motos por esa vía. Las motos no se ven dentro del túnel.
¿Quién fue el culpable? Fuenteovejuna, todos a una.
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