Bonaparte
Gautreaux Piñeyro, el autor
Juan Pablo Duarte ¡caramba, qué cosa!
¿Quién me hubiera dicho que después de la Guerra de Abril, las guerrillas del
14 de junio, las expediciones de 1959, el complot de la juventud en 1960 y la
decapitación de la tiranía, nos íbamos a ver ante un gobierno omnímodo con
aspiraciones de convertirse en tiranía de partido cuando no pueda ejercer una
tiranía unipersonal?
¡Carajo! Padre ¿fue algo que no supimos
hacer como padres? ¿Dónde
se perdió el sentido moral?
Nunca pensé que luego de todas las
gloriosas jornadas de lucha llevadas a cabo por mi generación, como si la vida
en sociedad fuera un círculo vicioso, volveríamos al comienzo.
Me refiero a ser gobernados por un grupo,
como el de Trujillo, que se alzó con el santo, la limosna, el cura, el
sacristán, las beatas y uno que otro pordiosero del frente de la iglesia.
Trujillo, Padre, tú lo sabes, subió al
poder como jefe de un grupo de truhanes, que cogobernó con él tantos años, que
logro escudarse tras un caparazón que los hacía parecer como personas serias.
Serio era, y siempre lo referiré y lo
recordare, el licenciado Heriberto Núñez, el único juez que declaró ilegal la
“elección” de Trujillo en 1930.
Aquella vez se empleó la fuerza con toda
su brutalidad. La fuerza aplastante que posibilita el poder absoluto, el poder
que amedrenta, el poder que subyuga, el poder que obliga.
Aquella marabunta que acompaño a Trujillo
estaba ávida de riquezas, bienes, poder, fuerza y actuó como un río desbordado
cuyo torrente de aguas no se detenía ante nada.
Ese grupo tenía los arrestos y la
ambición de los que nunca tuvieron nada y se vieron como administradores del
tesoro de Allí Babá.
Sabes, Padre, que el poder absoluto
corrompe absolutamente y si andas buscando el poder absoluto tienes que ser un
corrompido que quiere consolidar tus mal adquiridos bienes de fortuna.
Los dictadores y sus acompañantes
conforman un grupo de maleantes que no se detienen ante la comisión de
cualquier crimen, porque como carecen de conciencia, son capaces de lo peor.
Lástima que el Bicentenario de tu
nacimiento halle la nación sumida en la sima del abismo congresual y judicial,
con tres poderes que actúan con cordones umbilicales que operan para el mal y
para cebar la codicia de dos o tres personajillos de ópera bufa, confundidos
por los aplausos de engañados ciudadanos a quienes se les presenta un espejismo
de bonanza, que sólo existe en los bolsillos de los ladrones que nos gobiernan.
Son tan descarados, Padre, que dicen que
gobiernan inspirados por ti aunque se prosternan ante las prácticas y las
malignas enseñanzas de Pedro Santana y sus iguales.
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