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"Los presos de confianza".

Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
El nuestro es el país donde lo insólito es lo cotidiano, lo ilegal está a la moda y la injusticia quiere ser  convertida en moneda de buena ley.
Este es el país donde las palomas le tiran a las escopeta, el país donde tengo mato a tenías.
No somos diferentes, ni siquiera en eso somos originales, quizá somos originales en nuestra increíble capacidad de aceptar lo inaceptable, en la facilidad con la que aceptamos o aparentemente aceptamos situaciones de una indelicadeza palpable, manifiesta.
Una ojeada a la prensa diaria nos informa sobre el estado de la nación: ministros, legisladores, dirigentes del partido del gobierno que husmean, registran, averiguan donde es la mejor  tajada del pastel aunque a la Republica le quede la basura.
Esos  funcionarios inescrupulosos cobran por la picada de un ojo  o por abrir la puerta de un ministro para una entrevista donde el párrafo no escrito será el de la ganancia del firmante, del inversionista y del chupamedias.
Debajo del cristal del escritorio de Iván Castellanos Díaz, en la antigua Dirección de Rentas Internas, este antiguo proverbio chino: cuando el juez va en coche, el maestro a caballo y el policía a pie, la nación está bien  gobernada”
De entonces acá 1957, los jueces de desplazan en automóviles de lujo, la calidad de la enseñanza pasa por uno de sus peores momentos y hasta los policías se dan cuenta, o por lo menos lo dicen, que la Policía debe ser modificada y adecuada a los tiempos actuales.
Con jueces que no se respetan, legisladores complacientes y genuflexos,  políticos y politiqueros cuyo objetivo es luchar en favor del tanto tienes tanto vales, con una prensa sin objetivos que vayan más lejos de servir de sostenimiento del statu quo, como diría Pedro Mir, falta una canción.
Una canción, una dulce canción, combativa, patriótica, hermosa, de suaves versos y cadencias viriles, que fluya como la fresca y limpia agua de los arroyos que se llevan el sucio que se acumula en la orilla
Solo los olvidadizos  los torpes e ignorantes personajillos que se ensoberbecen por sus éxitos momentáneos y la impunidad del momento, piensan que no nunca serán juzgados como merecen y condenados por sus fechorías sin que importe donde haya que ir a buscarlos.
Por ahí andan ricos, poderosos muy creídos de que nunca comparecerán ante la justicia  a explicar el  origen de sus fortunas y el daño provocado por sus traiciones.
Por ahí andan con la fianza de la complicidad, la coerción de la impunidad pero con la soga a rastro.

Tenemos por costumbre madurar las respuestas frente a los malvados que triunfan en el momento y, como olvidadizos, quieren desconocer que tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe.

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