El nuestro es el país donde lo insólito
es lo cotidiano, lo ilegal está a la moda y la injusticia quiere ser convertida en moneda de buena
ley.
Este es el país donde las palomas le
tiran a las escopeta, el país donde tengo mato a tenías.
No somos diferentes, ni siquiera en eso
somos originales, quizá somos originales en nuestra increíble capacidad de
aceptar lo inaceptable, en la facilidad con la que aceptamos o aparentemente
aceptamos situaciones de una indelicadeza palpable, manifiesta.
Una ojeada a la prensa diaria nos informa
sobre el estado de la nación: ministros, legisladores, dirigentes del partido
del gobierno que husmean, registran, averiguan donde es la mejor tajada del pastel aunque a la Republica
le quede la basura.
Esos funcionarios inescrupulosos cobran por
la picada de un ojo o por
abrir la puerta de un ministro para una entrevista donde el párrafo no escrito
será el de la ganancia del firmante, del inversionista y del chupamedias.
Debajo del cristal del escritorio de Iván
Castellanos Díaz, en la antigua Dirección de Rentas Internas, este antiguo
proverbio chino: cuando el juez va en coche, el maestro a caballo y el policía
a pie, la nación está bien gobernada”
De entonces acá 1957, los jueces de
desplazan en automóviles de lujo, la calidad de la enseñanza pasa por uno de
sus peores momentos y hasta los policías se dan cuenta, o por lo menos lo
dicen, que la Policía debe ser modificada y adecuada a los tiempos actuales.
Con jueces que no se respetan,
legisladores complacientes y genuflexos, políticos
y politiqueros cuyo objetivo es luchar en favor del tanto tienes tanto vales,
con una prensa sin objetivos que vayan más lejos de servir de sostenimiento del
statu quo, como diría Pedro Mir, falta una canción.
Una canción, una dulce canción,
combativa, patriótica, hermosa, de suaves versos y cadencias viriles, que fluya
como la fresca y limpia agua de los arroyos que se llevan el sucio que se
acumula en la orilla
Solo los olvidadizos los torpes e ignorantes personajillos
que se ensoberbecen por sus éxitos momentáneos y la impunidad del momento,
piensan que no nunca serán juzgados como merecen y condenados por sus fechorías
sin que importe donde haya que ir a buscarlos.
Por ahí andan ricos, poderosos muy
creídos de que nunca comparecerán ante la justicia a explicar el origen de sus fortunas y el daño
provocado por sus traiciones.
Por ahí andan con la fianza de la
complicidad, la coerción de la impunidad pero con la soga a rastro.
Tenemos por costumbre madurar las
respuestas frente a los malvados que triunfan en el momento y, como
olvidadizos, quieren desconocer que tanto va el cántaro al agua hasta que se
rompe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario