Por BONAPARTE GAUTREAUX
PIÑEYRO
El jueves último vi una
película sobre la vida de Harry Belafonte, el cantante, compositor, introductor
de fusiones de gran éxito entre ritmos caribeños y música de Nueva Orleans. Belafonte impuso un estilo de cantar y
ritmear que se montó sobre el espinazo de los Estados Unidos en un momento en
que la discriminación racial estaba en su punto más alto en el siglo XX.
Ese fue el siglo del anticomunismo ciego y criminal manejado por el loco pervertido Edgar Hoover, quien manejó el servicio secreto interno (FBI) con un irrespeto olímpico por las leyes que, entonces como ahora, protegían la privacidad de las personas y las familias y entonces como ahora, tampoco se respetaban esas disposiciones legales.
Ese Harry Belafonte, militante que logró imponer lo
que entonces era música de avanzada basada en ritmos antillanos, criollos y
afronorteamericanos quebrantó tabúes, usó su música y su arte para oponerse a
la discriminación social, política y racial, junto a grandes figuras del canto,
como el bajo operático Paul Robeson, de quien se dijo que su voz desheló las
altas cumbres del Kremlin la primera vez que visitó Rusia.Ese fue el siglo del anticomunismo ciego y criminal manejado por el loco pervertido Edgar Hoover, quien manejó el servicio secreto interno (FBI) con un irrespeto olímpico por las leyes que, entonces como ahora, protegían la privacidad de las personas y las familias y entonces como ahora, tampoco se respetaban esas disposiciones legales.
Amigo y participante en los planes y marchas por la libertad y la igualdad encabezadas por el inmenso Martin Lutero King, cuyas ideas continuó defendiendo más allá de su asesinato, hasta involucrarse en las luchas por la liberación y descolonización de distintos países de África y su respaldo y aliento a otro grande de la humanidad: Nelson Mandela.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, la lucha por la libertad y la democracia se extendió por el mundo, estremeció los cimientos de las dictaduras y tiranías.
Entonces la rueda de la historia corrió más ligero y desaparecieron las dictaduras y tiranías de Somoza, Rojas Pinilla, Batista, Pérez Jiménez, Perón, Getulio Vargas y Trujillo, entre otros gobernantes enemigos de los pueblos.
El precio que tuvo para los dominicanos la búsqueda de la libertad y la democracia fue pagado con sangre, torturas, cárceles, deportaciones, abusos y resistencia popular callada y efectiva.
Una buena parte de la generación postrujillaje, en su lucha por lograr construir un lugar digno bajo el sol, se fue a las calles a reclamar, a fundar, a conquistar el Estado de derecho.
Esa generación hizo todo lo que debía para desmontar el andamiaje del oscurantismo para que todos pudiéramos vivir en un país donde se lograra la igualdad ante la ley.
Cincuenta años después Belafonte puede exhibir la desaparición de la segregación racial en su país como algo irreversible, nosotros tenemos un Gobierno que nos devuelve a los orígenes del régimen de Trujillo, quien concentró en sus manos los tres poderes del Estado, solo que como los tiempos han cambiado, nos han puesto el traje de una dictablanda.
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