Bonaparte Gautreaux Piñeyro, El Autor.
Cada generación hereda
un conjunto de historias, consejas, mentiras y realidades que no ha construido.
Se da cuenta, cualquier día, mientras entra en la curva final de la
adolescencia, que el mundo esta hecho, que no hay nada nuevo bajo el sol.
Leyes, estudios,
planes, proyectos, obras en curso, otras por construir, todo, aparentemente
todo está hecho y a esta nueva generación que entra en los finales de la
adolescencia como que le queda poco por hacer.
En ese momento, en ese
preciso momento, esa generación descubre que el mundo que encontró, el mundo de
sus mayores, puede ser mejorado porque toda obra humana es perfectible.
El choque que produce
ese descubrimiento es de gran importancia para el presente y el futuro de esa
generación que ha crecido dispersa hasta que se encuentra en la universidad, el
taller, en el lugar donde aprende artesanía o cualquier arte de desarrollo
manual.
Desconocedora del
pasado cada generación se ocupa de elaborar, de trabajar, un modelo de
escultura que esté al alcance de su tiempo. Lo que no sabe cada generación,
cuando está en embrión, es que a las generaciones anteriores se les presentaron
los mismos retos, porque cada generación sabe que tiene la obligación de
estampar su huella en la historia.
Por eso, cada
generación crea y ve surgir sus propios héroes, los que deben continuar y
superar las generaciones de sus mayores.
Entonces, se produce
el choque generacional, que permite la chispa que produce el incendio con cuya
luz se ilumina la generación actual.
Shakespeare decía que
el pasado es prólogo, lo que deja claro que hay que mirar hacia atrás para
lograr metas más altas.
Mi generación, nacida
y crecida bajo la bota del trujillaje, se nutrió con el ejemplo de grandes
hombres que supieron decir que no al tirano Trujillo y escribieron
páginas que permitieron a
Gabriel García Márquez interpretar el sentimiento de libertad latinoamericano
cuando la dignidad del coronel Buendía, respondió
a su mujer, quien le preguntó qué comerían: el bizarro combatiente le
respondió: ! Mierda!.
Antes que resignar su
bandera de lucha, hombres como Heriberto Núñez, Ángel Liz, Viriato, Antinoe y Gilberto
Fiallo, Ercilio de Castro, Carlos Lassis, Guaroa Vásquez, Osvaldo Padilla,
Nossin Hazoury, aquel fotógrafo de La Romana, Ramón (Mon) cuyo apellido no
recuerdo, el maestro sastre Aroma y muchos otros, prefirieron mantener la
dignidad y el decoro de todos con su resistencia individual al trujillaje.
La generación que está
en el gobierno, dejará como ejemplo: el engaño, el enfermizo afán de riqueza
que los ha llevado a juntar fortuna robando dinero del pueblo.
Como dijo el
Presidente Hipólito Mejía, nos mienten, saben que nos mienten, pero no nos
engañan.
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