Bonaparte
Gautreaux Piñeyro, El Autor.
Hay una
constante que no me gusta en la respuesta de nuestro pueblo ante
acontecimientos que afectan la sociedad. Un rápido recuento de nuestra historia
arroja resultados difíciles de tragar.
En momentos
estelares de nuestra historia, no reaccionamos con la rapidez necesaria para
quitarnos de encima el peso que nos agobia. Es como si nuestra sociedad
fuese masoquista y no lo
creo.
No creo que
ninguna persona, y mucho menos una sociedad, se acoja al yugo sin buscar la
opción de la libertad. Sin embargo, hay una actitud atávica que actúa como ancla y contribuye a la
inercia social que parece formar parte del yo dominicano.
Los estudiosos
de la conducta debían ahondar en lo que es una indudable constante en el pueblo
dominicano: la pasividad, la reacción lenta y a veces tardía, aceptar lo que le
daña como si fuese imposible trillar otro camino.
Aunque antes de
1810 había grupos que propugnaban por la independencia, se impuso la corriente
que abogaba por volver al redil de España, en momentos en que se producían, en
el continente, algunos de los acontecimientos políticos y militares más
importantes de la independencia de América.
¿Se habían
acostumbrado los “dominicanos” a la ocupación haitiana, al punto de realizar pocas acciones,
antes de 1844, para liberarnos del yugo?
¿Cómo fue
posible que Pedro Santana y Familia hiciera lo que le vino en ganas hasta el
punto de encabezar el amplio movimiento que entregó la soberanía e
independencia nacionales a España?
¿Cómo
permitimos que gobernara varias veces Buenaventura Báez, quien nunca respetó el
sentimiento de independencia?
Es imperativo
el estudio de las causas de esa errada creencia que nos hace pensar como
impotentes. Felizmente, siempre encontramos el camino de hallar la luz al
final del túnel.
Ulises Heureaux
y Rafael Trujillo, para sólo citar dos ejemplos, fueron fruto de la dispersión
social, que impide el
desarrollo de una real política de beneficio al pueblo dominicano.
Si no existe la
cohesión social que alimente el sentido de arraigo, la percepción de
pertenencia a un proyecto o situación común, los resultados serán los peores.
Somos
víctimas de las maldades de una comparsa de bufones, imitadores de los peores
ejemplos, cuyas acciones contribuyen a golpear las aspiraciones de una vida
digna.
Llegaron
al poder con una consigna que han aplicado cuidadosa y sistemáticamente:
enriquecerse a toda costa.
Creo
que Joaquín Balaguer fue quien dijo esta frase que retrata a muchos: demagogos
con cara de redentores.
Así nos
han engañado y el sonido de las voces de las sirenas encanta a muchos a quienes
parece no importarle que se robaran 187 mil millones de pesos, entre gastos de
sucia campaña política y nadie sabe cuántas vagabunderías más.
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