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Bonaparte Gautreaux P., el Autor |
Escrito por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
Mi prima Alba Gautreaux era una buena
gallina. Las facciones de su rostro no tenían la armonía y el brillo de lo que
se llama una mujer bonita. Alba era una militante y fiel cumplidora de sus
obligaciones en la congregación femenina de las Hijas de María.
Aquella tarde llegó corriendo acezante,
con el rostro cubierto por el arrebol de la vergüenza. Era un mar de lágrimas.
Se arrojó en los brazos de mi madre y dijo quejumbrosa: Nievecita, el padre
Mejía se me acercó en el claroscuro de la hora de las dos luces y me dijo,
“Albita, me gustas de los hombros para abajo”. Yo tenía ocho o nueve años de
edad.