Por
JUAN T H
Cuando un pueblo decide
tomar las calles es porque se ha cansado de que abusen de él; es porque ya está
harto de promesas y de mentiras, es porque ha tomado conciencia de su poder
para hacerse respetar. Tomar las calles no significa ser carne de cañón de
nadie en particular.
Los dirigentes de los
partidos, altamente desacreditados en su mayoría, no creen en la gente más que para acudan a las urnas cada cuatro años donde,
a través del paternalismo y el clientelismo, logran comprar su voluntad,
legitimando así su permanencia en los cargos públicos para continuar robándose
el dinero del Estado, que es dinero del pueblo pobre y explotado.








