"Carlos Morales Troncoso y Miguel Vargas, dos hombre de dinero , ambiciosos, sin formación política, ni intelectual, sirvieron a los propósitos del PLD (“divide y vencerás”) para de esa manera mantenerse en el poder indefinidamente".
Resulta insólito que la minoría se le haya
impuesto a la mayoría en un partido tan grande y poderoso como el
Revolucionario Dominicano. Un partido
con 75 años de historia, de luchas y sacrificios en aras de la democracia, la
libertad y la justicia a punto de desaparecer. El partido del pueblo, el
partido de la esperanza nacional, como dijera mil veces su líder José Francisco
Peña Gómez.
¿Cómo sucedió? ¿Cómo la minoría, sin calidad
ética, ni moral, logró humillar a la mayoría?
¿Cómo explicar el hecho –repito insólito- que esa minoría traidora y rastrera,
que no alcanza el 10 %, marginó al 90 % integrado en su mayoría por hombres y
mujeres de tradición democrática y hasta
revolucionaria sin que ello provocara acciones incluso violentas para
impedirlo? ¿Habrá alguna explicación para este fenómeno tan extraño?
Cuando el PLD retomó el poder por segunda vez
(2004) se planteó debilitar, dividir o destruir al PRD y a su figura más
relevante en ese momento, aún lo es, Hipólito Mejía. La estrategia del PLD era
convertir al PRD en una agencia de empleos como lo son el Partido Reformista y
los demás partidos.
Carlos Morales Troncoso y Miguel Vargas, dos
hombre de dinero , ambiciosos, sin formación política, ni intelectual,
sirvieron a los propósitos del PLD (“divide y vencerás”) para de esa manera
mantenerse en el poder indefinidamente. El precio ha sido alto, pero ha valido
la pena, pues le ha permitido gobernar sin contratiempos.
Sin el PRD como fuerza mayoritaria patrocinando
y apoyando las luchas sociales, el PLD puede continuar depredando el país. Sin
el PRD haciendo oposición dura y radical, el PLD puede hacer y deshacer. Sin un
PRD fuerte y vigoroso, con raíces
profundas en el seno del pueblo y dirigentes incorruptibles, el PLD puede
ponerle un motor fuera de borda al país y robárselo impunemente, como en
efecto.
Con el dinero del Estado el PLD compró el 10 %
que tiene Miguel Vargas en el PRD. El dinero del Estado ha servido para
alimentar las ambiciones de ese 10 % . No hablo solo de los 15 millones de
dólares “impagables” que el Banco de Reservas le “prestó” a Miguel Vargas por
instrucciones de Leonel Fernández, ni de los 18 millones de pesos mensuales que
la Junta Central Electoral le otorga; hablo de otros beneficios que el país
conocerá según pasen los días, las semanas y los meses.
Para que las siglas del PRD se mantengan en
manos de ese 10 %, el PLD de Leonel y Danilo puso a su servicio la JCE y el
TSE. Más de 20 sentencias y resoluciones a favor de Miguel Vargas. Ninguna, lean
bien, ninguna a favor del 90 % a pesar de contar con los mejores abogados del
país.
(Ese 10 % integrado por traidores, ambiciosos y
corruptos, impidió, junto a otros factores, que el 90 % llegara al poder en las
elecciones pasadas)
Es cierto que el 90 % cometió errores
importantes. Primero se dejó robar las elecciones, luego se dejó robar el
partido. Reconocer el gobierno de Danilo, que fue resultado del fraude, de la
compra de votos, del uso indiscriminado de los recursos públicos, de las
Fuerzas Armadas y la Policía, sin crear una crisis política, y sin por lo menos
“negociar” el partido que ya estaba en manos de Miguel, fue un error muy
costoso. Hay que admitirlo. Luego darle validez a un comité de base del PLD
como lo es el TSE, fue otro error. El problema no era, ni es, jurídico, es
político. A los problemas políticos hay que buscarle soluciones políticas.
La situación del 90 %, que es el verdadero PRD,
es difícil. No por falta de razón, sino de recursos y de voluntad política para
hacer lo que hay que hacer. Pero hay otro problema: el 90 % está dividido. No
hay unidad de propósitos. Las agendas personales fruto de aspiraciones y
ambiciones, legítimas o no, impiden actuar monolíticamente en una sola
dirección.
Mientras la figura fundamental, que es Hipólito,
habla de no hacerle al juego a Miguel y al gobierno participando en la
convención, otros pecan de ingenuos y le dan oxígeno al traidor participando en
su farsa sin estructura y con los árbitros en contra. Si el 90 % estuviera
unido, sin los dirigentes del 90 % entendieran que “el todo es más importante
que cualquiera de sus partes”, la situación fuera otra. Participar en la
convención de Miguel es legitimarlo, es reconocer su farsa, es caer en su
trampa. Es ayudarlo, es, por no decir otra cosa, un error imperdonable.
Lo correcto es impedir la realización de la
convención con acciones concretas en todo el país. El 90 % tiene la fuerza de
las bases. Pero sin unidad no hay fuerza, y sin fuerza, no hay victoria. Sin
renunciar al PRD lo correcto es impedir el matadero electoral de Miguel, tomar
las calles, crear el frente opositor o convergencia y poner al gobierno y al
PLD en jaque para que saque sus narices del PRD.
Estoy convencido de que la Convergencia,
liderada por el 90 % del PRD, auténtico, verdadero, moral, se convertirá, en
pocos meses, en la principal fuerza política opositora del país, con amplias
posibilidades de ganar las elecciones del 2016 obteniendo mayoría en el
congreso, los ayuntamientos para entonces producir las transformaciones que demanda
este país.
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