Por Andrés L. Mateo
A lo sumo, el 4% del PIB invertido en la
educación podría colocar al sistema en una situación de desempeño; pero ello no
equivale a una revolución transformadora de todos los males sistémicos que
arrastra la educación dominicana. Esto lo hemos repetido en numerosos
artículos, y puesto que ya la ejecución presupuestaria del 4% está en marcha,
sería bueno afrontar algunos de los dilemas frente a los que nos sitúa la
realidad educativa nacional.
Lo primero es la necesidad de enfrentar
la cobertura formativa de la primera infancia (0-6 años), porque la gran
mayoría de los niños pobres dominicanos no la recibe. Según el Departamento de
Estadísticas del Ministerio de Educación, de 0 a 5 años la cobertura es apenas
del 21,6% . Un dato de manifiesta inequidad, puesto que los sectores de mayor
ingreso en nuestro país alcanzan una cobertura del 100%. Ya es un lugar común
la importancia de estos primeros años en la formación de un niño, y la ciencia
ha demostrado que es en ese ciclo que se consolidan las redes neuronales sobre
las que se van a asentar todo nuestros aprendizajes futuros. Llevar la
cobertura de la primera infancia al 100% de la educación pública, no sólo sería
una pequeña revolución en el sistema, sino que corregiría una profunda
desigualdad social.
Lo segundo es el déficit de la
comprensión lectora de nuestros estudiantes. Mi vida ha sido discutir en el
aula, he escrito numerosos artículos sobre la conciencia lingüística de
nuestros estudiantes, pero no hay un instante más esclarecedor respecto de las
miserias del sistema educativo dominicano, que ése en el cual el estudiante se
ve obligado a otorgar sentido a lo escrito por otro. La lectura es un acto
complejo, y un discurso involucra numerosas estructuras textuales que organizan
el universo de sentido en el acto de habla. Escuchar, hablar, leer y escribir;
competencias ineludibles de la enseñanza de la lengua, agudizan el pensamiento
lógico, y facilitan los procesos cognoscitivos de comprensión, almacenamiento y
recuperación. Un estudiante situado ante la necesidad de explicar un texto pone
en juego sus saberes lingüísticos y culturales, y obliga a la imaginación a
edificar mundos ficticios. No sólo es, en ese instante, un creador; sino que
interrelaciona los hechos, atribuye significación a las palabras, aprende a
establecer inferencias, juega con los límites de la lógica formal, y se libera
mentalmente de forma y función al explicar un texto. En los informes del
“Laboratorio latinoamericano de evaluación de la calidad de la educación” hemos
quedado siempre en el último lugar en comprensión lectora, entre quince países
estudiados. Por eso es necesario enfrentar con planes y programas concretos, ese
talón de Aquiles de la educación dominicana.
El tercero y último dilema atañe al
cacareado pacto por la educación. Este pacto tiene que asumir el hecho de que
los partidos políticos han fracasado como administradores absolutos de la
educación nacional. El sistema está lleno de “informes técnicos”,
“Diagnósticos”, y “Estudios” que han configurado una enmarañada red de vías
para regenerarlo. Lo que falla es el nulo impacto entre la investigación y la
acción, la verificación en el aula del esfuerzo de transformación, y la falta
de equidad en la educación que se ofrece en el sector público, en comparación
con el sector privado, como si hubiese dos sistemas. Para creer en el influjo
positivo de un pacto social por la educación, hay que dejar fuera la piñata política,
y apostar a estrategias de fortalecimiento alejada del partidismo.
Escribo sobre el tema educativo porque me
liga a él casi cuarenta años de vida docente. Pero sobre todo, porque en medio
de la ejecución del 4%, conquista indiscutible del pueblo dominicano, nada más
se oye hablar de construcciones de planteles y readecuación de aulas, que
forman parte del déficit general del sistema, pero que ni siquiera es lo más
importante de la crisis. Hay que hablar del cambio en la formación profesoral,
de las transformaciones en la conducta de entrada al sistema, del valor social
del maestro, de la importancia de la educación en las estrategias de
desarrollo, del papel de la sociedad en el sistema educativo, etc. Porque la
educación de calidad en la República Dominicana tiene un largo camino que
recorrer, y cuanto antes echemos a andar es mucho mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario