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Los cubrefaltas políticos.

Por Rafael Peralta Romero
Resulta extraño que entre las miles de palabras que recoge el Diccionario del Español Dominicano, de reciente publicación, no figure “cubrefalta”, muy empleada en mecánica, electricidad, ebanisterá, plomería e incluso en ingeniera. Sea un tapón, un tarugo, una planchuela de metal, una arandela o una pieza de goma, el cubrefalta ha de mejorar la imagen del objeto al que sirva.

El Diccionario de la Real Academia tampoco la registra, pues de los vocablos formados a partir del verbo cubrir más un sustantivo, sólo ha dado entrada a cubrecama. Me parece un descuido notorio el que ha ocurrido con cubrefalta, cuyo valor semántico alcanza áreas –además de las citadas- tan disímiles y ajenas, como la sexualidad y la política.
No es bueno que en la casa queden al descubierto los huecos dejados para futuros tomacorrientes, por eso se les pone una tapa en blanco, que resulta un cubrefalta. Lo es también la chapa plástica o metálica que reviste el panel donde se guardan los cables telefónicos o de televisión de un condominio.
Fregaderos, inodoros y duchas llevan unas piececitas que el usuario no advierte siempre, pero que el plomero no olvidará al momento de comprar repuestos y materiales. Los muchachos que trabajan en ferreterías las conocen a la perfección y las recomiendan a quien las olvida. Son los cubrefaltas.
El hombre que suministra atención sexual a una mujer cuyo marido está ausente o que se comporta irresponsablemente respecto de sus deberes conyugales, tiene que admitir que funge de cubrefalta. Quizá algunas mujeres también sirven en ocasiones en este rol. Por eso hablo de cubrefaltas en la sexualidad.

Por igual en la política, está presente este elemento tan útil para ocultar huecos y desperfectos. Antes se le llamó “pararrayos” a un tipo de funcionario al que se le pegan las culpas del gobierno. Pero no es éste exactamente el cubrefalta, pues para tal desempeño no es indispensable ejercer una función pública. El cubrefalta político puede hasta presumir de independiente.
A propósito del préstamo de 15 millones de dólares concedido por el Banco de Reservas, de capital estatal, a Miguel Vargas, presidente del Partido Revolucionario Dominicano, a cinco de meses de las elecciones de 2012, el beneficiario ha contado con abogados, economistas y comentaristas en función de cubrefaltas. Olvidan que el cubrefalta oculta el hueco, pero no lo desaparece. 
Quien se queda desnudo en la calle, podrá cubrirse hasta con una hoja de periódico, pero no deja de estar en cueros. Vestir al desnudo es una obra de misericordia, con la que se ganan indulgencias. Los cubrefaltas de Miguel Vargas podrán ganar esas indulgencias, para ellos y para él, pero es inocultable que su protegido requiere de mejores tapaderas.

Los cubrefaltas políticos.

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