Por Teófilo Quico
Tabar
Como no formo parte de
ninguna estructura partidaria, puedo emitir juicios sin correr peligro de
sanciones, razón por la cual me atrevo a expresar que si el PRD aspira
participar con posibilidades en las elecciones del 16, tiene que realizar una
Convención creíble y diáfana. Que sus resultados no dejen dudas. De lo
contrario, no solo continuará sumido en su larga crisis, sino que podría
encaminarse a la fragmentación definitiva.
Se supone que todos los
que aspiran la candidatura presidencial es porque tienen las esperanzas de
ganar; pero todos saben, o por lo menos la historia debería haberles enseñado,
que divididos, aunque logren muchos votos, terminan agotándose en el esfuerzo.
Si saben eso. Si están conscientes de que sin unidad interna no pueden lograr el 50% mas uno de los votos para triunfar, no se explica entonces, qué les impide hacer los esfuerzos necesarios para dejar de lado las actitudes que los separa.
Si saben eso. Si están conscientes de que sin unidad interna no pueden lograr el 50% mas uno de los votos para triunfar, no se explica entonces, qué les impide hacer los esfuerzos necesarios para dejar de lado las actitudes que los separa.
Miguel Vargas como presidente
del PRD tiene que saberlo, pues él ha expresado que cuando fue candidato en el
2008 hubo dirigentes que no trabajaron en ese sentido. Lo saben muchos
candidatos a cargos electivos en las elecciones congresuales y municipales del
2010 que han manifestado que muchos compañeros no les jugaron limpio. Y lo sabe
también Hipólito Mejía que fue el último candidato presidencial en sufrir las
consecuencias de la falta de integración interna.
Si saben que esa situación no les permitirá ganar, cualquiera podría llegar a la conclusión de que la aberración y la obstinación se han colocado por encima de la razón. Que están obnubilados. Siempre pensando que son los más grandes y confiando en los posibles conflictos de sus contrarios, pero ignorando o minimizando los suyos propios.
Si saben que esa situación no les permitirá ganar, cualquiera podría llegar a la conclusión de que la aberración y la obstinación se han colocado por encima de la razón. Que están obnubilados. Siempre pensando que son los más grandes y confiando en los posibles conflictos de sus contrarios, pero ignorando o minimizando los suyos propios.
Por eso me atrevo a
sugerir o advertir, que la única posibilidad de comenzar a rescatar la confianza
interna y sobre todo la posible y necesaria credibilidad externa, y me refiero
a la sociedad no partidaria pero decisiva, es la de planificar bien su próxima
Convención. Hacerla llenando todos los requisitos legales y estatutarios. Con
participación de los que mantienen posiciones críticas a la dirección.
Porque por más vueltas y
pataleos que se realicen, tendrán que realizarla. Pero sus resultados deben ser
aceptados, aún a regañadientes por todos los sectores actuantes, aunque no les
favorezcan, de lo contrario, que guarden sus esfuerzos para otras actividades.
Que es duro lo que
expreso, claro que sí, pero si lo sé yo que me manejo tangencialmente, cómo no
lo van a saber sus dirigentes y líderes jóvenes como los de mayor experiencia.
Todos lo saben, pero talvez sus ataduras partidarias no les permiten decirlo,
mucho menos escribirlo.
Ahora bien, si lo
importante para ellos es estar en el medio; contar con espacios públicos y
sociales; mantenerse al frente de una organización o ser jefes de grupos dentro
de un partido grande aunque en la oposición y sin posibilidades de triunfo,
pues que sigan su fiesta.
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