Juan TH, en momento que recibe intimacion demanda |
Decía el apóstol cubano José Martí que “grande
es la palabra cuando cabalga la razón” y que ésta (la palabra) “no es para
encubrir la verdad, sino para decirla”.
El señor Félix Bautista pretende demandarme por decir
la verdad. Una verdad insoslayable, a la vista de todos los que quieren ver y
hasta de los que no quieren ver. (“La verdad es siempre revolucionaria”, dijo
Lenin, el padre de la revolución proletaria Rusa) ¡Y lo sigue siendo! (Dicen
los cristianos que por la verdad murió Cristo)
Si por decir la verdad debo ir a la cárcel, voy
sin pena.
Si por decir la verdad he de pagar con la vida,
pago con gusto.
No me asustan los mequetrefes del poder, ni me
provocan risa los bufones de la corte del imperio. No me esconderé como un
escarabajo, ni saldré huyendo como gacela en pánico. Asumo las consecuencias de
mis actos con dignidad y decoro, porque como escribió Martí, más vale un minuto
de pie que una vida de rodillas.
El propósito de las demandas contra Jaime Aristy
Escuder, Andrés L. Mateo, José Alejando Ayuso,
y contra mí, tienen como objetivo asustar a los dueños de los medios de
comunicación y amedrentar a los pocos comunicadores que el dinero de la
corrupción no ha podido comprar o silenciar.
Detrás de esa acción o escaramuza, que busca limitar la expresión y
difusión del pensamiento crítico, está Leonel Fernández. Es él quien tira la
piedra y esconde la mano. (Por el momento) En este caso está utilizando a uno
de sus alfiles. Pronto moverá sus peones, sus caballos y sus torres para
protegerse.
En lo que a mí respecta, no me retracto de lo
que escribí y dije. Al contrario, lo repito y lo repetiré con más fuerza en los
medios donde aún sea posible. ¡Tendrán que meterme preso o matarme! Ellos
tienen bocinas, policías, fiscales, jueces y todo el dinero que da la
corrupción y el envilecimiento de todas las instituciones del Estado, pero no
tienen la dignidad ni el decoro del pueblo dominicano que aún guarda sus
reservas.
Cuando ese dinero haya comprado el silencio
absoluto del día y la noche, de los hombres y las mujeres, algo que considero
imposible, andaré con un megáfono gritando mi verdad y denunciando la
corrupción y la prevaricación, como hacen los cristianos con “la palabra del
Señor”.
Los abogados contratados para enfrentar a “los
muchachos” en Estados Unidos incriminan al demandante y absuelven a los
demandados que no tienen para costearse un proceso judicial tan costoso. Yo
tampoco tengo el dinero. Pero aquí no es lo mismo que allá. Aquí abogados no me
faltarán. De hecho ya tengo más de cien a mi disposición. Y tengo, como si
fuera poco, el principal y más poderoso defensor: El Pueblo que sabe que lo
dicho por mí es verdad. Toda la gente sencilla y humilde sabe lo que yo sé. Y
lo repite a diario en sus hogares, en las calles, en sus centros de trabaja. La
pobreza de este pueblo es fruto del robo de su riqueza a través del Estado.
Lo he dicho muchas veces: Todo aquel que entra
pobre al gobierno y sale rico, es un ladrón, no importa como se llame, ni qué
posición haya ocupado en el aparato estatal, sea del partido que sea.
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