Por
Andrés L. Mateo
(Reproduzco este ciclo de tres artículos
sobre un personaje histórico porque, como siempre, la literatura se adelanta a
la realidad. Desde que lo encontré en diversos documentos del pasado he escrito
sobre su símbolo, hoy más que nunca redivivo bajo el mismo manto de impunidad.)
El primer corrupto documentado de la Isla
de Santo Domingo fue un salmantino llamado Cristóbal de Santa Clara,
seleccionado por Frey Nicolás de Ovando para ocupar el cargo de tesorero, y
estrechamente vinculado a sus estrategias políticas de dominación indiana.
Otras veces he escrito sobre este personaje, y casi se puede decir que lo he
individualizado para la historia nacional, colocándolo en el centro mismo de
una práctica perniciosa que ha acarreado muchas de nuestras vicisitudes, y casi
se ha convertido en un signo distintivo del poder, en una manera tan reiterada
de ejercer la política que es como si fuera un código genético de los
dominicanos. Pero fue este Cristóbal de Santa Clara el primer corrupto datado
que recogen las crónicas con un dejo de aspaviento y admiración.
Frey Nicolás de Ovando dio inicio a la
centralización administrativa, y estructuró el aparato burocrático de la
colonia usando el clientelismo y fundando dos prácticas sobre las que la
corrupción gubernamental se ha sustentado hasta nuestros días: La concepción
patrimonial del Estado y la impunidad. Leyendo sobre su vida a uno le parece
que el poder desmedido, la ambición que se tiene por mandar y orientar el
destino de muchos otros, empujan a la permisibilidad que posibilita el fenómeno
de la corrupción, y es lo que hace aparecer a personajes como Cristóbal de
Santa Clara. Ovando es el administrador por excelencia de la época colonial, la
referencia obligada cuando se habla de un legado arquitectónico (Los
balagueristas decían que Balaguer era el Ovando de nuestra época), y es sobre
el linaje de su estirpe que la corona española concretó los inicios de una
administración colonial. Fue Ovando quien instaló los primeros funcionarios
públicos que hubo en la isla de Santo Domingo con la conciencia del poder de la
burocracia, y es célebre el olfato que siempre tuvo para acertar en su
selección. Sin Ovando el modelo de administración colonial española en América no
habría funcionado,
En el libro “Nicolás de Ovando y los
orígenes del sistema colonial”, el historiador Esteban Mira Caballos dice lo
siguiente: “Uno de los grandes méritos de Ovando fue su gran tino a la hora de
elegir a los administradores. Muchos de ellos jugarían un papel destacado no
sólo en la colonización de La española sino, tras la marcha de éste, en el
resto de las grandes Antillas así como en la Nueva España y en el Perú. Tan
sólo se equivocó en la elección del salmantino Cristóbal de Santa Clara para el
puesto de Tesorería de la Isla”.
El padre Las Casas habla también del
primer corrupto documentado de la Isla de Santo Domingo, y lo define como un
“joven de buen carácter, medio poeta, dicharachero y gracioso, que llegó a la
Isla acompañando al mismo Ovando en el año 1502”. Era tan joven, entonces, que
nadie pensó en la posibilidad de que escalara un cargo de tanta importancia en
la administración del aparato colonial, pero el tipo tenía sus encantos de los
cuales el gobernador Ovando quedó prendado, y a la muerte del tesorero
Villacorta, Ovando lo nombró de forma provisional. Es el mismo Las Casas quien
narra la vida disoluta del tesorero, cuyas fiestas continuas y estruendosas,
sus comidas opíparas, la arboladura de sus sedas, y el toque mayestático de su
apostura, comenzaron a ser la comidilla de la apacible vida del solar colonial.
Eso que ahora los sociólogos llaman
“poder de mostración social”, y que es el cencerro que los corruptos de todos
los tiempos arrastran, terminó hundiendo al tesorero Cristóbal de Santa Clara.
De esta manera se consagró como el primer corrupto documentado de la Isla,
pero, como veremos en el próximo capítulo, la corrupción nació hermanada a la
impunidad, tal y como ocurre en nuestros días, y Cristóbal de Santa Clara siguió
siendo un personaje importante. Y volverlo a evocar ahora es más que una
necesidad, puesto que su herencia ha germinado con extraordinarios bríos en la
malhadada historia de este país.
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