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¡PAIS INVEROSIMIL!


Por JUAN T H

Los años pasan inadvertidamente sin que se produzcan cambios sustanciales en las estructuras del poder que conforman el Estado y que permiten el tipo de sociedad en que vivimos, caracterizada fundamentalmente  por el caos y la anarquía, como resultado del irrespeto a la Constitución y las leyes que dan marco jurídico al país.

No es verdad que todos los ciudadanos sean iguales ante las leyes. Ni siquiera ante Dios. Los jueces y los curas no miran, ni miden, a los hombres y mujeres de igual manera. El sentido de clases está presente en las acciones los que controlan el aparato estatal.

Para que un país sea tal, es preciso que sus instituciones funcionen como ordenan las leyes. Y quienes la dirigen no pueden hacer otra cosa que no sea lo que  manda la Constitución y sus leyes adjetivas. De lo contrario, tendrían que pagar ante la justicia.


Los funcionarios van y vienen, pero las instituciones deben mantenerse y fortalecerse con los años. Se supone.

Los poderes tradicionales del Estado democrático, a saber, Legislativo, Judicial y Ejecutivo, están sujetos a la Constitución, de manera independiente uno del otro. Esa independencia es política y económica. Pero en nuestro país no es así. El Ejecutivo controla los poderes del Estado, incluyendo los poderes fácticos.

La continuidad del Estado sólo existe en el papel. La realidad es otra.

El Presidente de la República hace lo que quiere y como quiera. No guarda respeto por la Constitución ni las leyes. Se coloca por encima del bien y del mal. El presidente acumula tanto poder, que puede decir quién vive y quién muere, quién es libre y quién no. El presidente es un dios, todo poderoso. ¡Las leyes no se hicieron para él!

Leonel Fernández, “el último Emperador”, el “último César” o “el último Faraón”, hizo con el país lo que le dio la gana. Impuso senadores, diputados, alcaldes, regidores, con el dinero del Estado. Corrompió generales, periodistas, jueces, abogados, curas, obispos, dirigentes políticos de su partido y de la oposición. Compró las elecciones creando un hoyo fiscal que supera los 200 mil millones de pesos que el pueblo ya está pagando con su miseria y con su sangre.

Todo lo hizo a conciencia. Sabía que no sería tocado por la justicia. Acumuló tanto poder que nadie, ni siquiera Dios, lo tocará. Tanto es así, que  la Cámara de Cuentas, designada por él, lo  santifica diciendo que manejó pulcra y sabiamente las finanzas públicas.

Tan poderoso es, que cuando  Guillermo Moreno, de “Alianza País”, sometió a la justicia al señor Fernández, inmediatamente, sin ningún alegato técnico jurídico, el Procurador General de la Justicia, lo rechazó tajantemente,  demostrando que no hay Constitución, ni leyes contra este hombre; no hay un Ministerio Público, no hay juez, de ningún nivel, que acepte un sometimiento a la justicia contra “el dueño del país”.  Y si no hay justicia para Leonel, tampoco hay cárcel. Ni para sus socios tampoco.

Es como digo. Este no es un país. ¡Si es un país, entonces será un país de mierda!

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