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NO LO APLAUDO, LO RECHAZO


Bonaparte Gautreaux Piñeyro, el autor.

La sociedad dominicana mantiene una larga y constante lucha por un futuro  mejor el cual  no se puede construir sobre la base de la intriguilla, la falsedad, la ocultación de los graves problemas que nos afectan y el silencio cómplice que teme señalar los culpables de la situación que se repite, se repite, se repite como si hubiésemos nacido para mantener doblada la columna vertebral, para que dos o tres ladroncillos de feria tengan el descaro de alzarse con el santo y la limosna y no ser condenados ni siquiera por el cura.

En el presente aparecen mezcladas la gimnasia y la magnesia, mucha gente quiere confundirnos para que creamos y defendamos que “es lo mismo maniobrar que obrar maní, nada más alejado de la verdad”,


Está de moda la práctica de  aquello  que dice: “el amor y el interés se fueron al campo un día y más pudo el interés que el amor que le tenía”

Todos somos culpables de las distorsiones que llevan a la desaparición de los frenos. De los responsables como autoridades de las iglesias, del magisterio, de los tribunales superiores y de los tribunales de menor rango, de periodistas y otros profesionales, de aquellos políticos cuya meta es  llenarse los bolsillos de dinero de cualquier modo, sin respetar nunca si se pisotea el nombre y la herencia de padres y madres. También somos culpables de esas distorsiones quienes callamos de manera cómplice o cobarde ante las acciones innobles de quienes cometen las violaciones.

El primer día que un automovilista dobló ilegalmente en una esquina y todos copiamos esa mala acción que, también permite el policía de la esquina, nos hacemos  cómplices del desorden y contribuimos a que los vivos y los logreros pesquen en río revuelto.

El poder congresual debe ser usado con mesura, con prudencia, con miramiento con sentido histórico, con el cuidado de conservar las situaciones pasadas que sirvan de buenos ejemplos y con la inteligencia de saber que sus acciones tendrán repercusión en el futuro.

El Presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó demostró con sus actos que la Patria no es una palabra, la Patria es el alma de una sociedad que ha luchado, lucha y merece un futuro mejor. La Patria, decía el inmenso José Martí, es altar, no pedestal.

El deterioro moral de la sociedad dominicana llega tan lejos que el Congreso Nacional dispone que se depositen los restos del heroico Presidente del Gobierno en Armas de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deño, en un Panteón Nacional donde están tirios y troyanos, como si fuera dable comparar a ese ilustre dominicano con traidores a la Patria que duermen allí el sueño eterno, como Pedro Santana.

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