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El sujeto in absentia.

OPINIÓN

El sujeto in absentia.

Por Andrés L. Mateo
Si hay una cosa que asombra en el dominicano de hoy, es esa impotencia completa para cualquier apertura sobre el mundo real. La vista es el más distinguido de todos los sentidos, se supone que las cosas están ahí, que podemos tocarlas, sentirlas, admirarlas o rechazarlas. También puedo nombrar la realidad con el lazo proposicional del verbo e instalarme en ella. Y derivado de toda la experiencia sensorial y analítica recuperar el mundo real en mi conciencia. En ese libro de difícil lectura que escribió Michel Foucault, llamado “Las palabras y las cosas”, el erudito francés afirma que “(…)La historia es el modo de ser de todo lo que nos es dado en la experiencia” .

Hace unos días, el Gobierno dominicano anunció el fin de la renegociación del contrato minero con la empresa Barrick Gold, y lo hizo con toda una parafernalia heroica que dibujó un combate de descomunales proporciones. Sin dudas que la renegociación del contrato del 2009 readecuó notables mejorías, porque desmontó la mezquindad de comenzar a recibir beneficios a partir del 2016 (¡Oh, Dios, que jugada política más indigna!), redujo la tasa de depreciación, disminuyó los intereses de los financiamientos, estableció un impuesto sobre los ingresos mínimos, y cuestionó todo el andamiaje entreguista con el cual se había armado el contrato anterior. Una parte considerable de eso que llaman “buena imagen del presidente Medina”, descansa en el hecho de que el pueblo lo sintió sublimado defendiendo los intereses nacionales, y él supo convertir el escenario de la asamblea nacional en teatro.
Pero, ¿quién era el sésamo dialogante que aparecía in absentia en el centro mismo del debate? El contrato del 2009 con la Barrick lo había firmado Leonel Fernández como presidente de la República, y había ponderado sus beneficios para el país de la siguiente manera: “Esta firma permitió a la República Dominicana suscribir un contrato que ha sido visto internacionalmente como un modelo de éxito, basándose en cómo éste ejemplifica la manera en que un país y una corporación pueden negociar de manera efectiva un contrato que implica una inversión de esta magnitud y llegar al final con un acuerdo que beneficia al país, y que es también beneficioso para la corporación que realiza la inversión”. Mientras que el presidente Danilo Mediana, en su discurso del 27 de febrero del presente refiriéndose al mismo contrato afirmó: “Nunca antes, en la historia de la humanidad, se ha verificado un caso en el cual una empresa minera haya podido recuperar su inversión en tan poco tiempo, mientras el Estado del país receptor de la inversión estaría recibiendo migajas durante esos primeros años”. Lo que dice Leonel Fernández sobre los beneficios del contrato del 2009, y lo que dice Danilo Medina el 27 de febrero del 2013 es la confirmación de una comunidad política contrapuesta y dialogante, porque existe comunidad política cuando hay comunicación entre personas, cuando se enuncia y replica una afirmación, y crítica y contra-crítica se formulan en un entorno que ofrece cierta continuidad.
El sujeto in absentia de todo cuánto ha ocurrido alrededor del contrato con la Barrick Gold se llama Leonel Fernandez Reina, y si “la historia es el modo de ser de todo lo que nos es dado en la experiencia”, volcarnos sobre la realidad del momento supone entender perfectamente tanto silencio y elipsis cuando se habla de la Barrick. ¿Para quién fue, internacionalmente, un modelo de éxito la firma del contrato del 2009? ¿A cuáles beneficios se refería el presidente Leonel Fernández? ¿No eran casi una burla al país, esas “migajas” que “engranujaron” al presidente Medina? ¿Quién capitaneó el acarreo de senadores y diputados para el voto mecánico? ¿Quién le habló a Miguelito Vargas para forzar la obscena unanimidad del voto del legislativo? ¿No debe un gobernante defender los intereses de su nación? ¿No es una irresponsabilidad histórica de un gobernante que se supone debe defender el patrimonio público?
Hay que luchar para que los políticos no intenten robarnos también nuestra noción de la realidad, que hemos comprobado con los sentidos. Porque, mientras celebramos un nuevo convenio que mejora los ingresos, Leonel Fernández , el sujeto in absentia, tiene en su colección de FUNGLODE, la placa de reconocimiento que le entregaron en Canadá los directivos de la Barrick, designándolo “Estadista del año”.

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