Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
El predominio de un color político en el
Congreso Nacional, en todos los niveles de la justicia hasta los tribunales
superiores y, además, la administración del presupuesto nacional desde la
presidencia de la república, son, por lo menos, una dictablanda donde las
instituciones tienen el rostro recubierto de un manto de hipocresía con el
propósito de engañar al pueblo.
En el caso de una dictablanda el asalto
de los poderes públicos se produce de manera subrepticia, con la astucia del
zorro que al amparo de la noche asalta el gallinero para robar las aves y huir
si es descubierto.
Los caminos que llevan a la dictablanda
pueden o no ser sutiles, pueden o no tener matices, pueden o no estar a ojos
vistas y ser ignorados.
No tengo idea de cuántas veces se habrán
citado aquellas verdades contenidas en el sermón pronunciado en la Semana Santa
de 1946 por el pastor luterano alemán Martin Niermoller quien dijo:
“Cuando los nazis vinieron a buscar a los
comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.
“Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
“Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
“Cuando vinieron a buscar a los
sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.
“Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.
“Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
“Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.
“Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
No es la primera vez que padecemos una
situación como la denunciada por el reverendo Niermoller. Ocurrió cuando el
general Ulises (Lilís) Heureaux se adueñó del país manejando los poderes
públicos como un titiritero, luego lo vimos con Trujillo, a quien el poder
absoluto corrompió absolutamente.
Joaquín Balaguer instaló una dictablanda
donde el manejo de los poderes públicos se realizaba dentro de un manto de
“legalidad” que le permitió mantenerse en la cúspide mediante triquiñuelas
legales y con el uso y abuso de los resortes del poder.
Con presiones, compra de votos, toda
suerte de argucias aparentemente legales,
con la complicidad de uno y otro grupo al frente de la Junta Central Electoral,
mediante el empleo de ambiciosillos y desvergonzados politiqueros, de algunos
policías y militares y toda suerte de oportunistas, los peledeístas instalan
una dictablanda.
Esa es la realidad de hoy: un grupo se
alzó con el santo y la limosna, predicando con palabras falsas, promesas huecas
y consumado histrionismo. Actúan en el teatro de la vida como comparsas de poca
monta, como personajillos de brillo prestado.
El doctor Edgar Sanabria, embajador
venezolano ante el Vaticano, practicante católico de misa diaria, aprovechó un
descuido del Papa, se sentó en el trono del Pontífice y gritó: ¡lo logré!, ¡lo
logré!, pero nunca fue Papa.
¿Acaso cree Miguel Vargas que será Papa
porque tiene secuestrado el local del PRD?
Bonaparte Gautreaux P.
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