Juan Taveras Hernandez, el autor |
Por Juan T H
Cuando en una sociedad no hay régimen de consecuencias para
quienes transgreden los valores éticos y morales desde una posición pública, es
porque esa sociedad ha entrado en una crisis existencial profunda que la coloca
al borde del abismo.
Cuando en una sociedad alguien se vale del poder para favorecerse
a sí mismo y favorecer a sus compañeros, socios, familiares y demás
relacionados, sin que pague por ello,
como lo establecen la Constitución y las leyes, es porque esa sociedad
se ha degradado de tal manera que requiere una profilaxis estructural profunda,
que no es posible dentro del marco legal.
Cuando en una sociedad alguien se coloca por encima de la
Constitución de la República y de las leyes,
corrompiendo el marco jurídico
para que le garantice impunidad, es
porque esa sociedad perdió las fuerzas motrices capaces de producir una
revolución que le devuelva los espacios democráticos por los que ha pagado tan
caro en sangre, dolor y luto, durante muchos años.
Cuando en una sociedad alguien utiliza el poder del Estado para
enriquecerse junto a un grupo de bandoleros, sin recibir el castigo
correspondiente, es porque esa sociedad está sumida en una gran pobreza, no
solo material, sino espiritual, que es la peor de todas las carencias.
Cuando una sociedad permite que el país sea número uno en
corrupción en el mundo; el de menos transparencia en el manejo de los fondos del Estado. Y al mismo tiempo sea colocado entre los
más atrasados en educación y salud, es porque la gente perdió la capacidad de
lucha y de transformación social. (Lean el informe del Foro Económico Mundial y
de otros de organismos internacionales sobre la corrupción y violación a los derechos humanos, etc.)
Entre el “elogio a la locura” y el “elogio a la impunidad”, hay
una gran diferencia. Las críticas al ex presidente Leonel Fernández de sectores
políticos, económicos y sociales, no son resultado de la envidia de quienes no
“han alcanzado sus logros”. Quienes lo condenan no lo hacen por “mediocridad generacional”
porque él logró lo que otros no. Esos argumentos de bocinas muy bien pagadas
durante 12 años, solo tienen cabida en una sociedad donde “los inmorales nos
han igualado” y sumergido en el mismo lodo.
Las críticas, al igual que los sometimientos a la justicia, están
más que justificados. Para defender los gobiernos del PLD que encabezó Leonel
hay que ser un degenerado político; hay que haber obtenido demasiados
beneficios y haber perdido la vergüenza
y el amor a la patria.
Este país lo han estado saqueando desde 1492 cuando Cristóbal
Colón, asesino y ladrón, llegó a nuestras costas. (“Los indios vivos se
convirtieron en cristianos muertos” en pocos años fruto de la explotación y la
miseria)
La impunidad ha sido, desde entonces, el pan nuestro de cada día.
Ladrones van y ladrones vienen. Asesinos van y asesinos vienen, con trajes y
botas de militares, o con saco y corbata. La ropa no hace la diferencia.
Ladrones y asesinos han sido durante más de cinco siglos, salvo honrosas
excepciones los dueños del poder. La impunidad ha sido el común denominador.
Todo el que llega pobre al Estado y sale millonario, es ladrón y
asesino, porque mata al pueblo de hambre y de insalubridad, no importa como se
llame, ni qué posición haya ocupado. Y si no termina en la cárcel, luego de una
justa condena, es por la cultura y la estructura de impunidad que existe en
nuestro país, elogiada por muchos desde medios de comunicación.
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