Por Juan T H
Pedro Henríquez Ureña, hijo de los ilustres Federico
Henríquez y Carvajal y Salomé Ureña, dijo que el insigne profesor y patriota
(más lo primero que lo segundo y viceversa) no lo mató la breve enfermedad que
terminó con su ilustre existencia. “Murió de asfixia moral”.
¿Acaso no será eso lo que sigue matando la sociedad
dominicana? ¿Acaso no será la podredumbre moral, la falta de valores lo que
está destruyendo este país cada día más?
¿No será esa falta de oxígeno patriótico, de veneración a la
“patria bien amada” lo que ha provocado esta incertidumbre, este ahogamiento
colectivo, esta falta de conciencia ciudadana, este culto a la muerte no a la
vida?