¡Ay, la medicina!
Recientemente, una visita al médico
inició las tribulaciones de un amigo: la clínica exigió una alta suma de dinero
para internarlo y comenzar a realizar la investigación para determinar el
origen del problema y atacarlo. Ese primer paso fue abonado mediante una
recogida en la familia inmediata para intentar salvar la vida del pariente en
manos del cuerpo de médicos que lo atendería.
Después del interrogatorio inicial, el
sesudo profesional de la medicina prescribió tantos análisis tales como la
resonancia magnética del átomo bipolar maxilo-facial, hasta la picada de la
abeja como alternativa a la sangría y a la sanguijuela que se chupa el veneno
de la serpiente. ¿Parece un disparate? Pues así lo entendemos los neófitos e
infelices mortales que nos convertimos en víctimas de la medicina moderna.









