OPINIÓN
Acción Política RD: Al Tribunal Constitucional, con cariño.
Por Venecia Joaquín
Dios creó el mundo para disfrute de todos. Para los seres humanos hacer uso equitativo de los recursos y vivir en armonía, fue preciso hacer la distribución geográfica. Es decir, grupos de personas ubicadas en un territorio o lugar determinado, con sus reglas para garantizar el orden y la convivencia pacífica. De ahí, los continentes, naciones, ciudades.
La República Dominicana, por ejemplo, está en una isla que por razones históricas y de conveniencia, fue dividida en dos. La compartimos con Haití. Cada nación ha ido desarrollando su estilo de vida. Tienen marcadas diferencias culturales, en los idiomas, creencias religiosas, situación económica, social, tradiciones, etc. y que definen su personalidad.
La de Haití se proyecta en su comportamiento. Hay una extraña energía que surge aun en medio de su miseria. Lo que me apena de esa población, es que siendo tan laboriosa, vivan con tanta pobreza. Parecería, que al igual que aquí, sus gobernantes, no han encontrado la forma de combatirla o no es su prioridad.
Su situación es tan deprimente que, para sobrevivir, vienen a RD. Como tenemos poco control en la frontera, la cruzan con facilidad. En la última década, prácticamente invadieron el país. Trabajan en las construcciones, agricultura, etc. Se adaptan con facilidad y comienzan a procrear hijos. Parecería que la “isla es una e indivisible”.
Es obvio, que nuestro recién pasado Gobierno fue demasiado flexible, con la inmigración haitiana. ¿Qué perseguía? ¿Acentuar las contradicciones para crear conciencia del problema y justificar las medidas del Tribunal Constitucional, TC? Peligra la soberanía. Urgen leyes y acciones firmes, para controlar la inmigración ilegal. El TC fue creado con esa misión. Recientemente, sentenció que “los hijos de los extranjeros en tránsito y de los ilegales, nacido en RD, no le corresponde la nacionalidad dominicana”. El fallo establece el procedimiento para obtenerla. Sin embargo, es un asunto muy delicado. No deben quitarle la nacionalidad a los que la obtuvieron cuando bastaba haber nacido en el país o tener uno de los padres dominicanos. ¡Lo hecho por ley, hecho esta!
Entiendo que cada nación tiene derecho a cambiar y aplicar sus leyes con relación a los extranjeros pero en este caso, no debería ser retroactiva. Estamos hablando de seres humanos. Sería injusto y les ocasionaría trastornos en la identidad, el obligarlos a cambiar de sistema. Lo que procede es que esta última sentencia sea para el futuro. Por tanto, no hay nada que revisar desde el 1929 hasta la fecha, a no ser que para proceder a documentar con rapidez, en base a ese criterio.
Hasta el 2010, la nacionalidad era automática para los nacidos aquí. ¡Y deben mantenerlos como dominicanos! Luego, la nueva Constitución promulgada ese mismo año, estableció que la ciudadanía solo se garantiza para los nacidos en el país, siempre que al menos uno de los padres fuera ya dominicano o bien residente legal. Por tanto, los que nacieron en la etapa en que estaba vigente, reuniendo esas condiciones, son dominicanos. Nada de cambios. Basados en esas leyes, miles tienen su documentación y otros la gestionan. Eso es válido.
Lo que procede es sentarse a pensar en una ley juiciosa y definitiva, que prevea todas las posibilidades, que no tengan que cambiar cada día. No hay derecho a cambiar el estatus legal de un individuo por capricho o acorde a conveniencia del momento. Eso es crueldad.
Según la Constitución haitiana, los hijos de haitianos son haitianos donde nacen, pero los hijos de éstos, no lo son. Quedan apátridas. Si nacen aquí, no serían haitianos ni dominicanos. ¿Y entonces? ¿Qué deben hacer? El mensaje de las leyes haitiana es claro: “si permitimos que nacieran aquí, son de aquí”. Con urgencia, debe definirse, la situación de estos niños. Es más, el Gobierno haitiano debería reevaluar esa ley. Son sus raíces.
Por otro lado, si como ha decidido el TC, los hijos de inmigrantes ilegales no son dominicanos, eso debe ser a partir de la fecha, no desde 1929. Las leyes deben ser justas, respetuosas, confiables. Las de los inmigrantes, deben ponderarse bien para no estar variándolas. Procede hacerlo rápido. Mientras más esperamos, se torna más difícil en el ámbito nacional e internacional. Ojalá algún día el Gobierno comprenda la importancia de tener controles efectivos en la frontera y ayudar al progreso de Haití, en su territorio. Hacernos cargos de esta nación no es justo bajo ningún concepto, y abrirle las puertas de manera desordenada, es desastroso. Pero de nada vale tener excelentes leyes, si las aplicamos con timidez o con criterios políticos y mercantiles, en lugar de hacerlo con coraje, pensando en la paz y bien común de ambas naciones.
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