LA DELINCUENCIA Por JUAN T H
Tal vez no exagere si afirmo que no
hay una sola persona de este país que no haya sido víctima de un atraco, robo, asalto, violación, secuestro, asesinato o intento de asesinato.
El que no ha vivido esa pesadilla
sabe de alguien cercano como la esposa, esposo, suegra, suegro, hermano, hermana, padre, madre, cuñado,
cuñada, hijo, hija, primo, prima, amigo, amiga, vecino, vecina,
compañero de trabajo, que ha sido objeto de un acto delincuencial.
Lejos de disminuir, la delincuencia
crece, como la verdolaga. No se detiene. Las autoridades hacen planes, dictan
medidas, modifican las leyes y crean otras para aumentar las penas y sanciones;
envían militares a las calles; prometen instalar cámaras en las esquinas y
centros comerciales. Pero nada detiene a los capos.