Por Bonaparte
Gautreaux Piñeyro
Todos los años doña Josefita Delmonte llegaba a casa con un saco de granos
seleccionados de café conocido como caracolillo, porque parece un caracol. Doña
Josefita tenía esa fina atención anual con la cual compartía con sus amigas el
mejor café de las fincas de su familia.
En
1951 una helada temprana quemó la cosecha de café de Brasil, cuya cotización en
bolsa, la del café Santos, era la más alta de entonces, según publicaba el
periódico El Caribe todos los días.
Al
leer El Caribe buscaba las cotizaciones de la bolsa para ver el precio del
café, ya que mi tío Tomás Michel Piñeyro tenía fincas de café, de cuyos
beneficios siempre me tocaban unos pesos.