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Las reservas de corrupción del PLD y la FUPU, un petróleo que no se agota

OPINIÓN

Lic. Rafael González Núñez, Empresario, Abogado, Político
Por: Rafael González Núñez
En ocasiones la historia política de los pueblos se parece a los yacimientos naturales: “hay recursos que parecen inagotables, aunque no sean precisamente motivo de orgullo”. Y si de eso hablamos, vale la comparación con las enormes reservas petroleras de Venezuela —las mayores del mundo, según los expertos—, porque en materia de corrupción, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y su desprendimiento, la Fuerza del Pueblo (FUPU), parecen tener su propio pozo sin fondo.
Han pasado casi seis años desde que el PLD salió del poder, después de 16 años de gobierno continuo, y sin embargo los casos, nombres y escándalos siguen emergiendo con la misma naturalidad con la que brota el petróleo cuando se perfora un terreno saturado. Cada semana parece abrirse una nueva grieta que deja salir otro expediente, otro funcionario, otra historia que nos recuerda por qué la nación demandó un cambio.

Lo más preocupante, no es que esos casos sigan apareciendo, sino que muchos de ellos en su momento se gestaron bajo el silencio cómplice de quienes tenían el deber de evitarlos.

Durante años, el sistema fue diseñado para tapar, proteger y encubrir. Era el tiempo en que la corrupción se combatía con discursos, no con acciones, los casos en el pasado salían desde dentro del mismo gobierno, impulsados por una Presidencia cómplice.

La diferencia hoy es clara: hay una gestión de gobierno que ha hecho de la transparencia una práctica, no una consigna, es el propio estado encabezado por un presidente que entiende que gobernar con ética no es una estrategia, sino una obligación.

Y esa diferencia —aunque algunos pretendan ignorarla— marca un antes y un después. Por primera vez, el combate a la corrupción no depende del ánimo de la calle, sino de la voluntad del estado.

Pero hay un detalle que no pasa desapercibido: de esa reserva petrolífera de corrupción no solo brotan nombres del viejo PLD, sino también de su segunda versión, la autodenominada Fuerza del Pueblo (FUPU), que bien podría llamarse: “el segundo PLD”. Los escándalos parecen compartir ADN político, porque cada tanto surge uno de un lado y otro del otro, como si ambos pozos estuvieran conectados por la misma tubería subterránea.

Ahora bien, la ironía de todo esto es que, mientras Venezuela aún cuenta con reservas petrolíferas para varias décadas, el PLD y su desprendimiento, la FUPU, parecen tener reservas de corrupción que, por lo visto, tampoco se agotan, y si la naturaleza pone fin a sus yacimientos con el tiempo, será tarea del pueblo dominicano y de la memoria nacional asegurarse de que esta reserva inagotable de corrupción —en todas sus versiones— jamás vuelva a dirigir los destinos del Estado dominicano.

El mal de la corrupción aún respira, pero ya no cuenta con el oxígeno del estado, ni con la protección institucional del partido político gobernante, PRM.

Las reservas de corrupción del PLD y la FUPU, un petróleo que no se agota

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