OPINION
Por: Rafael González NúñezEn la vida política de la diáspora, y muy especialmente en la Seccional del PRM en Madrid, las aspiraciones no deben verse como un problema, sino como una señal de vitalidad democrática. Escuchamos voces que hablan de divisiones y de falta de un proyecto profundo. A esas voces hay que responderles con serenidad y firmeza: en nuestra Seccional hay hombres y mujeres con capacidad, trayectoria y madurez política para encabezar o acompañar cualquier proceso de liderazgo llegado el momento.
Aspirar fortalece, no divide.
Aspirar es un derecho legítimo. Que haya compañeros levantando la mano no es debilidad, es riqueza democrática. Esa diversidad de visiones fortalece al partido y abre la puerta a un debate que, si lo conducimos con responsabilidad, nos dejará más unidos y preparados.
¿Y el supuesto vacío de proyectos?
Decir que en Madrid no hay un proyecto profundo es solo una opinión personal, no una verdad absoluta. Cada aspirante trae consigo una historia y una visión. Tal vez esas ideas aún no se han comunicado con toda la fuerza que merecen, pero existen y madurarán en propuestas sólidas y colectivas.
El valor de la unidad.
La experiencia nos ha enseñado que la unidad no se logra sofocando aspiraciones, sino permitiendo que florezcan y luego confluyan en un mismo propósito. Y esa unidad no se quedará solo en lo institucional; se reflejará también, llegado el momento, en candidaturas de ultramar sólidas y consensuadas de cara al 2028, donde la diáspora tendrá un rol protagónico en el futuro del PRM.
En conclusión:
La Seccional de Madrid vive un proceso natural de efervescencia democrática. Lo importante es que, más allá de percepciones o críticas, el PRM tiene hombres y mujeres capaces de anteponer el interés colectivo para consolidar un liderazgo firme, transparente y con visión de futuro.
Ese es el camino. Y a quienes dudan, les digo con la serenidad de la experiencia: que no les quede la menor duda de que eso va a pasar.
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