Por: Rafael González Núñez (Rafelin)
En la política contemporánea todavía existen líderes que siguen aplicando, casi de manera literal, las viejas fórmulas de Las 48 leyes del poder de Robert Greene. Creen que para mantenerse en la cima deben controlar, manipular, aplastar la opinión distinta y, sobre todo, impedir que alguien de su equipo brille más que ellos.
Esa visión revela un profundo problema de personalidad: un liderazgo inseguro y retrógrado. Un verdadero líder no teme a la luz ajena, porque su brillo no depende de apagar a los demás, sino de encender más lámparas alrededor.
La sociedad actual ya no responde a esas prácticas de “masoquismo político”. Hoy vivimos en un tiempo donde cuentan la opinión, el respeto y el liderazgo compartido. El político que sigue confiando en recetas de manipulación termina mostrando su fragilidad y desconexión con la realidad.
• El que busca concentrar todo el poder, acaba aislado.
• El que teme a la voz del pueblo, termina siendo sordo ante la historia.
• El que quiere apagar el brillo de otros, demuestra que nunca aprendió a brillar por sí mismo.
Frente a la lógica de Greene, que fomenta la paranoia del poder, prefiero la visión de Mao en su discurso ideológico: la del líder que predica virtudes, amor al pueblo y compromiso colectivo. Ese es el liderazgo que el mundo necesita hoy: menos manipulación y más virtud, menos temor y más confianza.
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